Agresión Verbal

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Era muy tarde, un día Viernes. A eso de las cuatro de la madrugada una chica se sube a mi taxi. Estaba ebria, y posiblemente también fumada. No lograba mantener un diálogo elocuente pero se las arregló para indicar la dirección de su casa. Las calles en la madrugada son solitarias y muy frías, es una pena cuando te pasas de la hora bebiendo en los bares o discos y te quedas varado en medio de la ciudad.

Antes de que la muchacha cerrara la puerta de mi taxi, otra chica introdujo su mano por la puerta y aguantando la presión pidió que le dieran un momento. Preguntó a la otra que hacia donde se dirigía y luego consulto si es que no habría problema en compartir el taxi.

Ya habían pasado unos minutos de viaje, la muchacha ebria miraba por la ventana y se perdía en los imposibles e infinitos cálculos de cómo iban a dividir la tarifa del taxi. Su mente definitivamente estaba nublada, mientras que a su lado en silencio viajaba la otra chica con su novio, quien se hallaba profundamente dormido en el auto, fermentando en alcohol.

La chica ebria se aburrió de pensar en tantos números y finalmente decidió admirar el paisaje nocturno de la ciudad. Yo mientras tanto la miraba de vez en cuando por el retrovisor, cuando de pronto noté una duda repentina la asaltó. ¿Por qué estaba ahí?, de seguro se preguntó aquello. Perpleja y en silencio se miró en el espejo y notó sus vaqueros viejos, repletos de agujeros mientras usaba una musculosa que le quedaba muy larga. Se extrañó de si misma y luego se miró el rostro. Su pelo estaba crespo y algo húmedo, había bailado mucho. Pero lo que más duró mirándose fueron sus ojos, tenía el maquillaje corrido.

La otra chica, la que venía con su bello durmiente la observaba de reojo, ella era mayor, y se notaba no solamente por su rostro, sino que sus atributos de mujer madura la delataban por si solos. Llevaba unos abultados pechos en un vestido muy corto que apenas cubría su cintura mientras que solo unas pantys negras se encargaban de cubrir su entrepierna. Con intriga ella casualmente volteaba su mirada para ver a la chica más joven, y se preguntaba que le habría pasado que estaba tan desastrosa.

-No me gusta que seas tan perra-.

Un audio de whatsapp irrumpió en el silencio del taxi, retumbó durante dos segundos para perderse nuevamente en silencio, sin embargo, todos habíamos oído claramente.

La chica ebria estaba tan concentrada en oír lo que decían esos audios que ni se percató que los demás escucharíamos todo.

-Prefiero conocer a alguien más, a mi me gusta otro tipo de chicas-.

La chica comenzaba a sollozar.

-Cuando teníamos sexo ni siquiera gemías ¿Acaso te movías? ¿Quién se excita tirando con una muñeca?-

La otra mujer se sorprendió con la declaración y siguió escuchando atentamente mientras la chica lloraba en silencio.

-Ni siquiera puedo eyacular en tu boca, es lo único que te pido, trágate mi semen. Ni siquiera me dejas lamerte ahí abajo. Tengo suerte de que me masturbes unos segundos… Quiero que grites, que me pidas más o algo, esas cosas… tu sabes-.

Al parecer la muchacha quería responder pero no sabía que decir. Mientras, la señora que iba escuchando la conversación ajena comenzó a ponerse algo inquieta, la miré muy bien de reojo y noté que sus pezones estaban erectándose.

-Me buscaré otra, me gustan más guarras, de esas que no temen a tocarse ni dejarse ver-.

La chica se congeló y pulsó el botón del audio, sin duda se decidió y le iba a responder, pronunciaba muy lentamente.

-No, yo si quiero… quiero que eyacules en mi boca… por favor-.

Al ver su cara humillada llena de llanto y luego de oír su voz gangosa, la mujer se lanzó sobre el celular de la chica e hizo que borrase el audio que iba a mandar.

Tocó la mejilla húmeda de la chica y la acarició secando sus lágrimas. Le besó en la frente y olió su pelo.

-No llores- Le susurró al oído justo antes de plantarle un beso en sus labios.

Tenían alrededor de diez años de diferencia, pero eso no le complico para nada en su momento. Ese beso que comenzó como una confusión para la muchacha pero luego se volvió algo extraño e intentó zafarse, sin embargo la mujer la tomó de los hombros y le dijo al oído.

-Así que quieres lamer semen, ¿no eras una perra? Tal vez tiene un pene pequeño y por eso no te enciende. Será él el que no sabe calentarte, ni tocarte… ¿Habrá lamido tu senos? ¿O quizá te ha succionado el cuello? ¿Jala tu pelo mientras te lo hace como perrita? ¿O chupa tus pies mientras te lo mete como sirenita?-.

Anonadada por tal discurso susurrado la joven se quedó congelada mientras la mujer le besaba el cuello y bajaba discretamente a sus pechos. La chica hizo un esfuerzo por reaccionar y zafarse de esa señora cuando de pronto sintió una mano entrando en su vagina. Una mano que se deslizaba rápida y precisa, que sabía cuál era el camino a recorrer, una mano experta que la sacudió desde el interior. Y fue cuando se dio cuenta, ya era muy tarde, aquella señora había ganado la batalla. Ella, joven y ebria yacía con las piernas abiertas, con su vagina húmeda y la mano de una extraña bajo su jeans disfrutando a tope el placer que aquella madura le entregaba en el asiento trasero del taxi. Embriagada por el momento y los besos, es dominada por el encanto y la calentura de la señora quien se raja las pantys en ese mismo momento y le enseña a la chica de los vaqueros su vagina al descubierto invitándola amablemente a darse un rico festín con su entrepierna.

La chica lamía sagradamente los labios mayores de la señora mientras succionaba con cuidado los menores y el clítoris. Ambas estaban en profundo silencio pensando que yo no lo notaría al estar conduciendo. Y de manera discreta, la mujer llevaba su mano hacia el miembro de su novio ebrio. Se notaba flácido pero aún así ella se conformaba con apretarlo mientras que la joven succionaba tanto que respiraba hasta el último de su delicioso aroma a sexo.

De pronto paré el taxi y me quedé así unos segundos. Las chicas comprendieron y rápidamente se arreglaron, habían llegado al destino de la pareja, era hora de que se bajaran. La mujer sin aire pagó su dinero y le ayude a cargar al novio hasta la casa.

La joven en el auto, que seguía mareada por el alcohol, se puso a pensar en lo que acababa de hacer. Miró hacia la casa de la señora y no vio a nadie, solo una puerta abierta. En el silencio de su soledad acercó su mano a su nariz y sintió ese delicioso aroma a mujer que tanto le había gustado y no pudo evitar meterse los dedos a la boca rápidamente. Yo aún no regresaba al auto, la puerta estaba abierta y la casa parecía ser grande, así que la chica tímidamente bajó sus jeans y comenzó a tocarse en el asiento trasero, estimulaba su clítoris con la palma abierta y se apretaba fuertemente los pechos mientras cerraba sus ojos, la manera en que mordía sus labios era tan cuidadosa que se notaba como su lengua humectaba esos labios rosados para introducirse los dedos mojados a la boca. Contraía su cuerpo en silencio mientras que al mismo ritmo sus jeans caían lentamente, su mano exploraba el monte que daba inicio a su zona erógena y estilando sudor comenzaba a masajear cada vez un poquito más intenso el comienzo de su vagina, presionando su punto caliente. Sin querer lanzó un pequeño gemido que contuvo al instante.

La puerta del taxi la tomó por desprevenida, abrió los ojos y de repente vio un pene, grueso, húmedo y erecto.

Entonces le dije -Así que te gusta que te hablen sucio, putita-.

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